Sobre nieve y recursos

Nieva en Madrid y parece que se tiene que parar toda España. Pero no es esto, exactamente, sobre lo que busco reflexionar aquí.

La nieve en Madrid tiene sus similitudes con una pandemia. En general, tiene paralelismos con cualquier evento que requiera esfuerzos especiales por parte del Estado. ¿Y por qué los tiene? Porque es en estos momentos cuando nos damos cuenta, al menos a mi parecer, de lo debilitado que está el Estado español. Yo creo que está en la UCI desde hace años, y con cada viraje político lo hundimos un poco más.

Me parece importante entender que, en cuanto a recursos se refiere, no se puede tener todo. Y con esto me refiero a que uno no puede aplaudir bajadas de impuestos y, al mismo tiempo, exigir máquinas quitanieves que limpien 24/7 una ciudad. En el caso concreto de la nevada, esos recursos y la infraestructura que se necesita son poco lógicos porque, como ya comentó mi amiga Paz (@pazserra) de forma muy certera, no podemos desviar dinero para tener infraestructuras y recursos para un fenómeno que, con suerte (y digo con suerte porque hola, cambio climático), es aislado y será tan raro como un eclipse o ver auroras boreales.

Pero, como he dicho al principio, no se trata solo de la nieve. Se trata de la esencia de quejarse de que el Estado no nos protege cuando llevamos años sin cuidar de él. Nuestro aparato estatal es raquítico, con poco alcance y con un margen de obra para urgencias que requieran grandes gastos de dinero bastante limitado. Si queremos máquinas quitanieves, hay que pagarlas. Y si queremos un sistema sanitario saneado, no basta con aplaudir desde el balcón a las ocho de la tarde.

Cada vez que alguien recuerda las «maravillas del mercado», habría que recordarle que las calles de Madrid se han despejado gracias a la iniciativa ciudadana. Y que el sistema sanitario público sigue funcionando porque su personal tiene una vocación de servicio que no parece conocer límites (y me gustaría recalcar que el personal es humano, y necesita sus descansos, y sus desconexiones, para poder rendir al máximo y atendernos de la mejor forma posible). Cuando llegó la pandemia, el mercado no salvó a nadie.

El Estado protege a sus ciudadanos. Si le dejamos.

Extrema derecha, grupos militares y mensajes al Rey.

Hace dos años decidí que no usaría mis redes sociales para compartir nada que tuviese que ver con la extrema derecha. En concreto, la española. Me propuse no mencionar a nadie que expandiera mensajes de odio, ni siquiera para denunciar lo que estaba diciendo. Reflexioné sobre la finalidad de aquello y pensé que, al compartir sus mensajes para denunciarlo, en el fondo estaba formando parte de la cadena de expansión del mismo. Responder (cuando se trata de perfiles individuales) tampoco me resultaba útil; en la mayor parte de los casos, se trata de personas que no sienten ningún interés en debatir, ni intercambiar ideas, ni llegar a puntos en común. Vivimos en un mundo que cada vez se acerca más a los extremos, donde cada vez nos resulta más complicado que alguien nos lleve la contraria de forma informada y respetuosa. Donde cada vez es más fácil esconderse tras un nickname para hacer o decir cosas que nunca se nos ocurriría en el mundo real. A veces me pregunto si esta especie de desdoblamiento de la realidad y de la forma que tienen algunos de entender las redes sociales no tendrá consecuencias graves a largo plazo.

He estado conforme y en paz durante estos dos años con mi decisión. Y debo decir, al mismo tiempo, que no me ha resultado fácil. Muchas veces, he estado a punto de caer en la trampa de responder a un mensaje de odio con otro en el mismo tono. De dejarme llevar por la impotencia de ver cómo se extendía información falsa, cómo ciertas ideas se iban introduciendo, poco a poco, en el imaginario colectivo e iba polarizando la sociedad. Lento, poco a poco. Pero con paso firme, sin dudar ni un solo momento. Yo seguía a lo mío, en mi difícil empresa de no usar mis espacios digitales para dar voz a ninguno de estos grupos, ni partidos, ni personas, ya fuera de forma activa o pasiva. En otros quizá no, pero en mí encontrarían un muro de contención, sin fisuras.

Sin embargo, esta mañana una buena amiga me ha pasado un vídeo de un señor que afirmaba haber formado parte del grupo de WhatsApp de señoros que consideran la democracia como una amenaza y, a los demócratas, una enfermedad. Afirmaba también haberse salido del grupo, y haber vuelto a entrar, pero nunca había formado parte de esos mensajes, ni esas amenazas, ni las cartas que mandaban al Rey. Este señor insistía en que el mensaje en cuestión (ese en el que dicen que hay que aniquilar a 26 millones de personas) no dejaba de ser anecdótico; que lo verdaderamente importante era gravedad la existencia de este movimiento organizado, y con influencia en las altas esferas de la vida política. Y al escuchar eso, algo se me ha removido dentro y me he molestado. Le he preguntado en voz alta a este señor qué le ha llevado a hablar ahora, y no antes. Si él siempre ha sido consciente de la gravedad de lo que estaba ocurriendo, ¿por qué no dijo nada?

Entonces, esta realidad me golpeó en la cara. Porque, durante dos años, yo tampoco he dicho nada. Y el silencio, en según qué situaciones, es igual de cómplice. Ya se dice que «el que calla otorga».

No hay respuesta sencilla ante la cuestión de cómo tratar y combatir la extrema derecha, la polarización social o los populismos. Probablemente, todos estamos cometiendo errores. No puede ser de otro modo si Trump llegó a presidente de los Estados Unidos, si Reino Unido sale de la Unión Europea o si en España, con un recorrido democrático tan corto y una dictadura tan reciente, partidos como VOX encuentran nicho electoral. Todos lo estamos haciendo mal porque tratamos con condescendencia movimientos que creemos aislados, marginales, desviaciones en la investigación de datos. Pensamos que no saben. Que no tienen razón y que, por lo tanto, hay que dejarles hablar, como a los locos. Que ya se cansarán, y el movimiento en sí mismo irá desapareciendo, como una hoguera que se va apagando. En efecto: ni VOX, ni Trump, ni el brexit tienen razón. Pero sí la tienen quienes se sienten representandos por estos movimientos, quienes escuchan mensajes de odio y no ven odio, si no atención.

Es a ellos a quien hay que escuchar. Atentamente. Porque Trump, VOX, Bolsonaro, Orbán, el brexit son consecuencias. Son síntomas, pero no son la causa del problema. El problema de fondo es la desigualdad. Es vivir en un mundo donde la brecha social cada vez es más grande, y donde una gran parte de la población mundial siente que el sistema (el que sea) les ha dejado atrás. Que el mundo se mueve muy rápido, y ellos han perdido el tren. Sienten que la realidad, la suya al menos, se limita a tratar de sobrevivir en un entorno que ya no los valora ni los aprecia como solía hacerlo antes. Y no entienden bien en qué momento ha cambiado todo.

Hay que combatir los populismos, los extremismos, los fascismos, las extremas derecha de este mundo. Porque todos ellos se aprovechan de la miseria humana, de la desesperanza y de la falta de oportunidades para construir un mundo peor, menos inclusivo, menos tolerante, donde solo tienen cabida los privilegios de unos pocos. Son movimientos que usan el descontento social como carro de combate, y que luego lo deja olvidado en un rincón, junto con las promesas de un mundo mejor.

Hay que combatirlo desde el respeto, pero desde la intolerancia. Porque no toleramos nada que polarice la sociedad, que nos divida, que nos haga odiar al vecino y rechazar al extranjero. Hay que combatirlo con información, con números, con datos. Hay que desmentirlo. Hay que denunciarlo. Hay que combatirlo calmados, desde la razón. Pero seguros, sin cansarnos nunca. Cuando decidimos callar, es posible que no estemos dando voz a los mensajes, ni estemos ayudando a expandirlos; pero no lo paramos. No somos islas solitarias en medio del mar, cuando no decimos nada, somos cómplices pasivos.

Debemos ser muros de contención que, además de resistir ataques continuos, sepa usar canales correctos de comunicación y comprensión. Porque hay que combatir los síntomas, pero a través de la comprensión del origen. Hacerlo es una responsabilidad y un deber social.

Siria: ¿qué hacer?

Después de varios días en los que los medios de comunicación no hacen más que bombardear con información (no siempre fiable) sobre Siria, he decidido montarme en el carro y aportar mi granito de arena.

No os preocupéis, no es mi intención introducir otro debate sobre si es más adecuado intervenir militarmente en Siria o no. Tampoco os voy a decir si Obama hace bien comenzando otra guerra. Mi intención, al crear esta entrada, es asegurarme de que todos los que estáis interesados en el tema os alejéis de los medios de comunicación españoles y tengáis la oportunidad de conocer otros puntos de vista. ¿Por qué? Porque lo que está ocurriendo en Siria no es de fácil comprensión; en realidad, nada de lo que ocurre en esa zona del mundo es sencillo de entender: se mezclan muchas circunstancias (del pasado y del presente) con antiguas disputas, asuntos no arreglados, intereses escondidos, etc. Los medios de comunicación españoles, en su línea, se dedican a filtrar y triturar información hasta tal punto que resulta imposible conocer los motivos reales que nos han llevado hasta aquí. Simplifican el asunto a un bueno y un malo, borrando todos los grises de la historia que puedan hacerla compleja. Señores, para poder hacer un buen juicio y crearse una buena opinión, es imperativo que seamos capaces de acudir a otras fuentes. La información es poder, así que vamos a informarnos bien complementando lo que ya tenemos en la mente.

Así pues, voy a recopilar en esta entrada una serie de artículos que, a mi entender, resultan muy interesantes a la hora de conocer puntos de vista, datos y cuestiones estratégicas:

– «Siria, la OTAN y la máxima de Du Guesclin»: aproximación a lo que ocurre en Siria y sus alrededores. ¿Por qué intervenir ahora y no antes? http://fairandfoul.wordpress.com/2013/08/28/siria-y-la-maxima-de-du-guesclin/

– «Las armas químicas y el ataque a Siria: una cuestión de fe»: ¿son las armas químicas una justificación para la intervención? http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=%2Felcano%2Felcano_es%2Fzonas_es%2Fcomentario-arteaga-armas-quimicas-ataque-siria

– «Erase The Red Line. Why We Shouldn’t Care About Syria’s Chemical Weapons»: si se han usado armas químicas a pequeña escala, ¿debería eso llevarnos a una guerra? http://www.foreignaffairs.com/articles/139351/john-mueller/erase-the-red-line

– «Barack Obama’s Iraq Syndrome»: después de la Administración Bush, Obama es demasiado cauteloso a la hora de intervenir. http://www.economist.com/news/united-states/21584030-americas-president-too-wary-taking-sides-middle-east-barack-obamas-iraq?fsrc=scn/tw/te/pe/barackobamasiraqsyndrome

– «Otra vez la guerra justa»: si se inicia otra guerra, ¿será justa? http://blogs.elpais.com/lluis_bassets/2013/08/otra-vez-la-guerra-justa.html

– «Why Obama Should Stay Out of Syria»: iniciar la guerra es llevar todas las de perder. http://972mag.com/why-obama-should-stay-out-of-syria/77896/

– «There Are No Easy Answers In Syria»: nada es blanco o negro, y lo que ocurre en la región es más complejo de lo que parece. http://www.dailystar.com.lb/Opinion/Commentary/2013/Aug-28/228902-there-are-no-easy-answers-in-syria.ashx#axzz2dH7Lc4GG

– «¿Qué intereses tiene Rusia en Siria?»: ni Estados Unidos ni la Unión Europea son los únicos que tienen posibles intereses en la región. No por nada es Rusia quien lleva meses vetando la intervención en el Consejo de Seguridad de la ONU. http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2013/DIEEEO48-2013_InteresesRusos_enSiria_MoralesGlez.pdf

– «Siria y las falsas dicotomías»: el punto de vista de allí. http://www.eldiario.es/zonacritica/Siria-EEUU-Guerra_en_Siria_6_169793023.html

– «Des buts de guerre en Syrie flouts et inatteignables»: la guerra por la guerra. http://www.almendron.com/tribuna/des-buts-de-guerre-en-syrie-flous-et-inatteignables/

– «Siria: el tablero plantea ahora una coalición de Estados»: unas cuantas apreciaciones a tener en cuenta. http://llegalaultima.wordpress.com/2013/08/31/siria-el-tablero-plantea-ahora-una-coalicion-de-estados/

Espero que os haya servido. Después de esto resulta más complicado posicionarse, ¿verdad?

La imagen de Mariano Rajoy

Hace unos días leí un artículo de Javier Gómez que hablaba del desequilibrio entre el mundo en el que los políticos españoles creen que viven y donde viven en realidad. No le falta razón.

La realidad actual es una realidad conectada, donde la información de los sucesos se ha transmitido a casi cualquier parte del mundo en cuestión de horas. Es una realidad de interconexiones, que vive siempre al último minuto, donde las cosas quedan desfasadas, a veces, desde mucho antes de aparecer.

No es el mundo donde parece que viven nuestros políticos actuales. Mariano Rajoy encaja perfectamente en el rol de Presidente de un Estado-nación clásico, pero escapan a su entendimiento millones de nuevas necesidades que han ido apareciendo de la mano de las nuevas tecnologías (de la información, entre otras). Si en el pasado era importante la existencia de un buen Gabinete de Comunicación dentro de un Gobierno ahora es, cuando menos, imprescindible, porque en la dirección de las políticas estatales nada debe ser dejado al azar. Por ello, la imagen que proyecta el Presidente del Gobierno, hacia dentro y hacia fuera, es algo que debe ser cuidado meticulosamente por aquellos que se dedican a estas tareas, porque es una de las mayores herramientas que posee a la hora de dirigir un país.

Mariano Rajoy ha decidido, impulsado por la soberbia que le dio la mayoría absoluta, ir por libre. No entiende que en un mundo lleno de acuerdos bilaterales y multilaterales, que en una Europa más o menos unida el estilo libre equivale, en términos económicos y políticos, al suicidio. La imagen que se ha creado de él en el exterior es la de un Presidente débil, indeciso, inseguro, mentiroso y cobarde, con miles de artículos que caen sobre él como si fueran ácido corrosivo, carcomiendo más y más su apariencia política y debilitando sus poderes como gobernante. Así, ahora mismo podríamos compararlo con aquella imagen que nos formamos del ex-gobernante italiano Silvio Berlusconi. La diferencia entre ambos es que Berlusconi vendía la apariencia de lo que era en realidad, mientras que Rajoy nos miente cada vez que habla y crea, él mismo, un desajuste entre lo que quiere transmitir y lo que realmente transmite.

Muchos se preguntarán: pero, ¿cuál es el error que comete Mariano Rajoy? ¿Por qué este desajuste? Por la ausencia de una buena relación con los medios. La no existencia de una colaboración fluida entre el Gobierno y los medios informativos, nacionales e internacionales, levantan toda una serie de especulaciones que no hacen más que desgastar a un ya mermado Presidente. La decisión de Rajoy de no intercambiar ni una sola palabra con la prensa en un intento de no empeorar su propia imagen ha tenido el efecto contrario: los artículos sobre su mala actitud y su indiferencia ante los periodistas se suceden uno tras otro, dejando tras su paso un efecto devastador. Su manía de disfrazar los hechos con sinónimos simples y baratos trae de cabeza a los medios, quienes no dan crédito a la imposibilidad de este gobernante de llamar a las cosas por su nombre.

Recordemos el famoso «Tú dices rescate, yo digo tomate», el irónico título del Time que dio la vuelta al mundo. La mismísima Angela Merkel demostró su indignación cuando De Guindos insistía en las condiciones favorables de esta línea abierta de crédito, y los dirigentes de toda Europa gritaron cuando Rajoy repetía, una y otra vez, que nadie entraría en nuestro país a vigilar porque se trataba, simplemente, de un regalo espontáneo por haber hecho bien los deberes. The Economist también se hizo eco de esta noticia, haciendo énfasis en la manera en que nuestro Presidente había evitado usar la palabra «rescate». Muchos artículos de opinión en la prensa extranjera han ido dirigidos a colocar en un primer plano la aparente incapacidad de Mariano Rajoy para gobernar, sea lo que sea lo que esto signifique para él. Hoy, un artículo del New York Times pone de relieve la gravedad de la ausencia de una agenda de medidas clara y específica e insiste en la equivocación de este equipo de Gobierno al decidir ignorar todas sus responsabilidades de comunicación con los medios y, más importante todavía, con sus ciudadanos. Si nos centramos en la prensa nacional, encontramos una cantidad de artículos que aumenta por minutos donde se retratan los defectos de Rajoy como Presidente y como representante en la Unión Europea. Lo cierto es que Mariano se equivoca cada vez más, viéndose a sí mismo como el gran dirigente de un país que supone un gran socio europeo, cuando la realidad es que nuestro lugar se hace cada vez más pequeño debido a sus desencuentros con los dirigentes de la UE y a su incapacidad adoptar las posturas correctas.

¿Entendéis ahora la importancia de que cuente con personas que trabajen y estudien al milímetro su imagen, sus discursos y sus acciones? La imagen de Rajoy es, en estos momentos, la imagen que refleja España en muchos medios internacionales. Así es como, lamentablemente, no se desgasta solamente nuestro Presidente, sino también nuestro país, al margen de la desconfianza que esto pueda generar en los omnipresentes mercados. 

Nunca voy a poner en duda la incapacidad de Zapatero para manejar la crisis que se le vino encima. Tampoco pondré en duda lo equivocadas que fueron las medidas destinadas, aparentemente, a salvarnos un poco del hundimiento. Lo que sí defiendo, y defenderé siempre, es una sola cosa: si comparamos la imagen que dábamos al exterior antes y ahora, es como si habláramos de dos países distintos. Y todo por la ausencia de comunicación.