La imagen de Mariano Rajoy

Hace unos días leí un artículo de Javier Gómez que hablaba del desequilibrio entre el mundo en el que los políticos españoles creen que viven y donde viven en realidad. No le falta razón.

La realidad actual es una realidad conectada, donde la información de los sucesos se ha transmitido a casi cualquier parte del mundo en cuestión de horas. Es una realidad de interconexiones, que vive siempre al último minuto, donde las cosas quedan desfasadas, a veces, desde mucho antes de aparecer.

No es el mundo donde parece que viven nuestros políticos actuales. Mariano Rajoy encaja perfectamente en el rol de Presidente de un Estado-nación clásico, pero escapan a su entendimiento millones de nuevas necesidades que han ido apareciendo de la mano de las nuevas tecnologías (de la información, entre otras). Si en el pasado era importante la existencia de un buen Gabinete de Comunicación dentro de un Gobierno ahora es, cuando menos, imprescindible, porque en la dirección de las políticas estatales nada debe ser dejado al azar. Por ello, la imagen que proyecta el Presidente del Gobierno, hacia dentro y hacia fuera, es algo que debe ser cuidado meticulosamente por aquellos que se dedican a estas tareas, porque es una de las mayores herramientas que posee a la hora de dirigir un país.

Mariano Rajoy ha decidido, impulsado por la soberbia que le dio la mayoría absoluta, ir por libre. No entiende que en un mundo lleno de acuerdos bilaterales y multilaterales, que en una Europa más o menos unida el estilo libre equivale, en términos económicos y políticos, al suicidio. La imagen que se ha creado de él en el exterior es la de un Presidente débil, indeciso, inseguro, mentiroso y cobarde, con miles de artículos que caen sobre él como si fueran ácido corrosivo, carcomiendo más y más su apariencia política y debilitando sus poderes como gobernante. Así, ahora mismo podríamos compararlo con aquella imagen que nos formamos del ex-gobernante italiano Silvio Berlusconi. La diferencia entre ambos es que Berlusconi vendía la apariencia de lo que era en realidad, mientras que Rajoy nos miente cada vez que habla y crea, él mismo, un desajuste entre lo que quiere transmitir y lo que realmente transmite.

Muchos se preguntarán: pero, ¿cuál es el error que comete Mariano Rajoy? ¿Por qué este desajuste? Por la ausencia de una buena relación con los medios. La no existencia de una colaboración fluida entre el Gobierno y los medios informativos, nacionales e internacionales, levantan toda una serie de especulaciones que no hacen más que desgastar a un ya mermado Presidente. La decisión de Rajoy de no intercambiar ni una sola palabra con la prensa en un intento de no empeorar su propia imagen ha tenido el efecto contrario: los artículos sobre su mala actitud y su indiferencia ante los periodistas se suceden uno tras otro, dejando tras su paso un efecto devastador. Su manía de disfrazar los hechos con sinónimos simples y baratos trae de cabeza a los medios, quienes no dan crédito a la imposibilidad de este gobernante de llamar a las cosas por su nombre.

Recordemos el famoso «Tú dices rescate, yo digo tomate», el irónico título del Time que dio la vuelta al mundo. La mismísima Angela Merkel demostró su indignación cuando De Guindos insistía en las condiciones favorables de esta línea abierta de crédito, y los dirigentes de toda Europa gritaron cuando Rajoy repetía, una y otra vez, que nadie entraría en nuestro país a vigilar porque se trataba, simplemente, de un regalo espontáneo por haber hecho bien los deberes. The Economist también se hizo eco de esta noticia, haciendo énfasis en la manera en que nuestro Presidente había evitado usar la palabra «rescate». Muchos artículos de opinión en la prensa extranjera han ido dirigidos a colocar en un primer plano la aparente incapacidad de Mariano Rajoy para gobernar, sea lo que sea lo que esto signifique para él. Hoy, un artículo del New York Times pone de relieve la gravedad de la ausencia de una agenda de medidas clara y específica e insiste en la equivocación de este equipo de Gobierno al decidir ignorar todas sus responsabilidades de comunicación con los medios y, más importante todavía, con sus ciudadanos. Si nos centramos en la prensa nacional, encontramos una cantidad de artículos que aumenta por minutos donde se retratan los defectos de Rajoy como Presidente y como representante en la Unión Europea. Lo cierto es que Mariano se equivoca cada vez más, viéndose a sí mismo como el gran dirigente de un país que supone un gran socio europeo, cuando la realidad es que nuestro lugar se hace cada vez más pequeño debido a sus desencuentros con los dirigentes de la UE y a su incapacidad adoptar las posturas correctas.

¿Entendéis ahora la importancia de que cuente con personas que trabajen y estudien al milímetro su imagen, sus discursos y sus acciones? La imagen de Rajoy es, en estos momentos, la imagen que refleja España en muchos medios internacionales. Así es como, lamentablemente, no se desgasta solamente nuestro Presidente, sino también nuestro país, al margen de la desconfianza que esto pueda generar en los omnipresentes mercados. 

Nunca voy a poner en duda la incapacidad de Zapatero para manejar la crisis que se le vino encima. Tampoco pondré en duda lo equivocadas que fueron las medidas destinadas, aparentemente, a salvarnos un poco del hundimiento. Lo que sí defiendo, y defenderé siempre, es una sola cosa: si comparamos la imagen que dábamos al exterior antes y ahora, es como si habláramos de dos países distintos. Y todo por la ausencia de comunicación.